El gobierno británico no da señales de cesar en su empeño de ampliar sus capacidades de vigilancia digital. Con la aprobación final del Rey, la polémica reforma de la Ley de Poderes de Investigación (IPA) está lista para ser promulgada. La ley, apodada ya la «Carta de los fisgones», ha suscitado gran preocupación entre expertos en derechos digitales y tecnólogos, que la consideran otra amenaza directa a la privacidad. La reforma, presentada durante el último discurso del Rey en la Cámara de los Lores, pretende dar a las autoridades un mayor control sobre los datos de las personas y las plataformas que utilizan.
Ampliación de las definiciones y reducción de la protección
Los legisladores han ampliado la definición de los conjuntos de datos personales masivos (BPD), lo que permite recoger nuevas categorías de datos personales con expectativas reducidas de confidencialidad. Esto incluye las grabaciones de vídeovigilancia y las publicaciones en redes sociales, que ahora están sujetas a una protección reducida. Robin Wilton, de la Internet Society, critica esta redefinición por considerarla una preocupante ampliación de los datos a disposición del gobierno, en detrimento de la privacidad individual.
Vigilancia ampliada y seguridad de los datos comprometida
El proyecto de ley también permite a las autoridades acceder a los registros de conexión a Internet para vigilar las actividades en línea de posibles sospechosos. Esta ampliación del uso de datos se considera una forma de vigilancia generalizada. Los expertos advierten de las implicaciones de estos cambios para la seguridad de los datos de los británicos, incluido el requisito de que las empresas tecnológicas pidan permiso antes de añadir nuevas funciones de seguridad o privacidad.
La polémica: relación con las recientes medidas de vigilancia
El Reino Unido, tras considerar medidas que debilitarían el cifrado de extremo a extremo como parte del proyecto de ley de seguridad en línea, optó finalmente por no seguir adelante con estas disposiciones. En esta decisión influyeron los importantes retos técnicos que plantearían tales medidas, así como la firme oposición de gigantes tecnológicos como Apple y Signal. Apple llegó a amenazar con bloquear el acceso a iMessage y FaceTime a los usuarios británicos, mientras que Signal, el servicio de mensajería segura cifrada, se planteaba retirarse del Reino Unido.
La decisión de no debilitar el cifrado se consideró una victoria para la privacidad y la seguridad digital, que ilustra la necesidad de una regulación equilibrada que tenga en cuenta las implicaciones técnicas y los derechos fundamentales en la lucha contra la delincuencia.
La reciente ampliación de los poderes de vigilancia en el Reino Unido, ilustrada por las reformas de la Ley de Poderes de Investigación y las propuestas del Proyecto de Ley de Seguridad en Línea, puede parecer contradictoria con esta decisión de no debilitar el cifrado.
Sin embargo, estas dos direcciones reflejan facetas diferentes de la estrategia global de seguridad y vigilancia del gobierno británico. Por un lado, la decisión de no debilitar la encriptación muestra una conciencia de las limitaciones técnicas y los riesgos para la seguridad. Por otro lado, la ampliación de los poderes de vigilancia indica el deseo continuo del gobierno de ampliar su capacidad de control y vigilancia, incluso frente a las críticas sobre el impacto en la privacidad.
Vigilancia financiera y reconocimiento facial
Además de la vigilancia digital, el gobierno planea ampliar la vigilancia financiera e invertir fuertemente en sistemas de reconocimiento facial. Estas medidas, concebidas para combatir el fraude financiero y los hurtos en comercios, han sido criticadas como un gasto público peligrosamente autoritario e ineficaz.
Conclusión
Con unas elecciones generales previstas para finales de este año, el gobierno actual parece tener prisa por aplicar toda la legislación posible, reforzando los poderes de vigilancia e investigación. Expertos y grupos de defensa de los derechos digitales permanecen en alerta, dispuestos a oponerse a una legislación que parece más centrada en la vigilancia que en la seguridad o la libertad individual.